Resiliencia
"Ha llegado el día. Supongamos que tenemos la palabra RESILIENCIA, que, ya sabéis, últimamente está de moda. Según la psicología, la resiliencia es la capacidad que tienen las personas para superar circunstancias traumáticas. Podríamos representarla con una flor creciendo en las vías del tren. Solo quedaría contar un cuento, el cuento de esa tierna florecilla que aprendió a crecer entre piedras y raíles.
Hoy ha llegado el día. Ya tenemos nombre, UN PO DI TUTTI. La imagen que va a representarlo es la bola de este planeta, con su mitad a color y esa otra mitad en blanco y negro habitada por las personas invisibles. "Como nosotros", dijo uno de los chicos en el museo que creamos. Y hoy ha llegado el día de comenzar a sentir cuál es la historia que queremos contar en la obra de teatro que se representará a final del año.
Ah, y digo sentir, en lugar de pensar. A propósito. ¿Pero cómo sentir cuando tantas personas estamos acostumbradas a pensar? A Nadja se le ocurre escribir los valores del logo del frutero e irlos esparciendo por el suelo. Amor, empatía, tolerancia, familia, compañerismo, unidad y sacrificio. Por mi parte, me había puesto a leer por enésima vez lo que escribieron los chicos cuando estuvieron mirándose al espejo. Me propuse permitir que surgiera la idea más viva que me transmitiera cada uno de esos fragmentos. Tres fueron las que estaban presentes en casi todos y yo las traía garabateadas en un papel. Eran (constancia en) tirar adelante, (las huellas del) sufrimiento y la culpa en forma de reparación. Las lanzo al aire, en voz alta, frente a ellos. ¿Creen que representan aquello que les importa? La cosa se pone profunda. Los más valientes rompen el hielo y estalla un cruce de reflexiones. Recuerdo la fascinación en el ambiente mientras les escuchamos hablar acerca de lo que implica introducir valores en sus vidas. Hay quien está seguro que lo que quiere es ser persona. No menciona ser una buena o una mala persona. Solo quiere eso, ser persona. Quizá suena sencillo entre las cuatro paredes de una cárcel, ¿eh? Uno de los chicos, que últimamente anda taciturno y más bien silencioso, dice con más pasión de la que ha mostrado en un mes que los valores le ayudan a sufrir menos. Otro salta respondiendo que no está de acuerdo. Explica que, cuando no tenía valores, por lo menos no sufría. La conciencia baila, traviesa, en el centro de nuestro círculo. ¿Se puede ser feliz sin valores? ¿Pueden ser los valores una tabla de madera a la que aferrarse en este naufragio? ¿Y cuántas personas estamos dispuestas a abrir las puertas al dolor que viene ligado inexorablemente a ser persona? Tal vez aquí fuera, en nuestro mundo de color, también debiéramos hacernos estas preguntas.
Nadja les anima a acercarse a lo largo de la semana a las palabras que hemos ido esparciendo por el suelo. A dejar que les llegue lo que simboliza cada una para ellos. Dónde se siente en la cabeza, dónde se siente en la emoción y dónde se siente en el cuerpo. Puede que eso les lleve a sentir cuál es la historia que quieren contar. Ah, y digo sentir, en lugar de pensar. A propósito.
Ah, y digo sentir, en lugar de pensar. A propósito. ¿Pero cómo sentir cuando tantas personas estamos acostumbradas a pensar? A Nadja se le ocurre escribir los valores del logo del frutero e irlos esparciendo por el suelo. Amor, empatía, tolerancia, familia, compañerismo, unidad y sacrificio. Por mi parte, me había puesto a leer por enésima vez lo que escribieron los chicos cuando estuvieron mirándose al espejo. Me propuse permitir que surgiera la idea más viva que me transmitiera cada uno de esos fragmentos. Tres fueron las que estaban presentes en casi todos y yo las traía garabateadas en un papel. Eran (constancia en) tirar adelante, (las huellas del) sufrimiento y la culpa en forma de reparación. Las lanzo al aire, en voz alta, frente a ellos. ¿Creen que representan aquello que les importa? La cosa se pone profunda. Los más valientes rompen el hielo y estalla un cruce de reflexiones. Recuerdo la fascinación en el ambiente mientras les escuchamos hablar acerca de lo que implica introducir valores en sus vidas. Hay quien está seguro que lo que quiere es ser persona. No menciona ser una buena o una mala persona. Solo quiere eso, ser persona. Quizá suena sencillo entre las cuatro paredes de una cárcel, ¿eh? Uno de los chicos, que últimamente anda taciturno y más bien silencioso, dice con más pasión de la que ha mostrado en un mes que los valores le ayudan a sufrir menos. Otro salta respondiendo que no está de acuerdo. Explica que, cuando no tenía valores, por lo menos no sufría. La conciencia baila, traviesa, en el centro de nuestro círculo. ¿Se puede ser feliz sin valores? ¿Pueden ser los valores una tabla de madera a la que aferrarse en este naufragio? ¿Y cuántas personas estamos dispuestas a abrir las puertas al dolor que viene ligado inexorablemente a ser persona? Tal vez aquí fuera, en nuestro mundo de color, también debiéramos hacernos estas preguntas.
Nadja les anima a acercarse a lo largo de la semana a las palabras que hemos ido esparciendo por el suelo. A dejar que les llegue lo que simboliza cada una para ellos. Dónde se siente en la cabeza, dónde se siente en la emoción y dónde se siente en el cuerpo. Puede que eso les lleve a sentir cuál es la historia que quieren contar. Ah, y digo sentir, en lugar de pensar. A propósito.
Veo las expresiones risueñas frente al humor y las palmadas en la espalda que comparten con Higinio; de cariño cuando Xirou entra por la puerta; de atención mientras Miguel les hace saber la tarea del próximo lunes; de interés mientras Jorge les explica cómo dejar fluir la creatividad; y de disfrute cuando Klara los enfrenta en dos grupos tribales que cantan y danzan al son. Me conmuevo al verles expresar con el cuerpo sentimientos como la alegría, la rabia, la amistad o la búsqueda, jugando a que el resto los adivine. (Me conmueve hasta que comienza a haber el mismo orden que encontraríamos en una bolera de personas especialmente entusiasmadas.) Y, en ese momento, no puedo evitar pensar -quiero decir, sentir- que quizá les falte libertad o quizá les haya faltado suerte, pero lo que no les falta a estos chicos es resiliencia. Que, ya sabéis, últimamente está de moda. "
Lucía
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