Con Sandra Jiménez
11 de JULIO de 2024.
Centro Penitenciario de Valdemoro. Madrid III.
Hay muchas prisiones en esta vida. La que hoy visito es la que menos se esconde de serlo. Es la más radical, la más extrema. Es particularmente desapacible, es especialmente fría, es la constatación del poder del castigo, ese que raramente recae sobre los hijos de la abundancia y siempre se ceba con los errores de los hijos de la desesperación. Un poder como un rayo divino que sólo parte en dos chabolas de periferia, nunca pisos de lujo del centro de las ciudades donde los malos siempre habitan los suburbios.
Yo llego cargada de cachivaches porque yo también vengo de los márgenes, y soy sabedora de cómo transformar la basura en tesoro, el deshecho en posibilidad. Soy sabedora de que nos dieron las migajas ignorando el poder que tenemos de transformar, ese que no te enseñan en los colegios de pago, ese que se aprende a pie de calle cuando los ocasos inundan los barrios donde se tiende la ropa en cuerdas y huele a puchero y los gitanos cantan alrededor de hogueras, y los autobuses se van a cocheras y los padres vuelven del trabajo. Ese que se aprende porque no queda más remedio que agarrarse a la poesía y hacer filigrana con las palabras para no morir de hambre.
Llevo un arsenal poético, pienso, ha pasado todos los controles porque pocos saben del poder subversivo del arte.
Llego cargada de nervios y henchida de curiosidad.
En la sala donde desplegaremos las alas para sobrevolar el arte del teatro, que es un oasis en medio de este desierto de razones, me esperan entre ventiladores-porque hoy hasta el calor asfixia-un grupo de veintitantos hombres con la fuerza de mil caballos salvajes, que me dan la bienvenida con mucho afecto. Me llama la atención la juventud de todos ellos, y lo único que pienso es que qué han hecho estos veinte ¡tantos! hombres con la fuerza de mil caballos para estar ahí dentro. Tienen la belleza de un maremoto dentro de un tarro de melancolía cerrado al vacío. Pero enseguida me doy cuenta de que ellos sólo ansían estar llenos, a pesar de la desidia y el abatimiento de haber visto el cuarto de calderas del infierno.
Me miran con atención, como si yo supiera algo que ellos ignoran. Yo sólo quiero alimentarles de metáforas como trincheras en una guerra contra la desesperación. Se agarran tal vez a mis palabras como escaleras. Seguramente el arte pueda hacerles trepar para elevar la vista por encima de estos muros con pinchos donde se quedan clavados los anhelos. Pero nada más. O tal vez, nada menos.
Ellos seguirán fregando un suelo confinado en los límites de un tiempo sin espacio. Un suelo que a mi me lleva a una infancia de dulces momentos pero a ellos les recordará para siempre al pavimento de un cementerio donde los hombres entierran sus esperanzas en una batalla contra la muerte de la verdad. A pesar de todo la luz entra por las ventanas esta tarde, y los potos se enredan por las paredes y trepan buscando el sol. Los potos siempre trepan buscando el sol, eso es irrefrenable. Ellos también trepan por estas paredes buscando la belleza que les de la fuerza para continuar escribiendo una historia a la que le han querido arrebatar el sentido los que no saben nada de los hombres como caballos que antaño trotaban por laderas de asfalto y a veces ruina. Una ruina que corroe los cimientos de una sociedad que confunde justicia con tormento, que no entiende que los hombres como caballos son capaces de trotar páramos de rabia y sobreponerse a la adversidad cuando encuentran el sentido. Ojalá nos ayudáramos las unas a las otras a encontrar sentido, y no a perderlo más. Ojalá comprendiéramos que un hombre con los ojos llenos de horizonte es capaz de grandes hazañas, igual que un hombre con las cuencas vacías de perspectiva sólo inventa dolor. Eso pasa en las periferias y en los colegios de pago, pero nadie suele pensar en estas cosas. Nadie suele querer hablar de los estigmas arbitrarios, de los lugares donde la ira es una losa contra toda la humanidad.
Todo lo que esta tarde sucede es relevante, porque es búsqueda. Y si hay búsqueda, hay camino.
Salgo de allí a sabiendas de que ellos no pueden. A sabiendas de que cualquiera de ellos podría ser mi hermano, mi padre, el hombre de mi vida, y tendría ya para siempre una marca en el alma y los bolsillos resentidos por haber pagado un precio demasiado caro. A nosotros siempre nos cuesta todo más caro.
Salgo de allí con la constatación y la convicción de que los veinte “tantos” hombres como caballos van a cabalgar un páramo de imaginación lleno de verdad. Porque, pese a lo que todo el mundo piensa, el teatro está lleno de verdad. Yo salgo de allí con un trocito de la de cada uno de ellos envuelta en un atillo, como un tesoro que guardo en la maleta de cachivaches que hoy nos ha llevado de viaje por la creación.
Ojalá la creación les salve como una religión que jamás castiga.
Ojalá vean en la candileja de un escenario esa luz al final de un túnel tan estrecho, como la mente de los que piensan que este lugar sirva para algo más que hacer las heridas más profundas.
Ojalá hayan trepado un palmo más esta tarde por la pared que les quita eso que reclaman hoy tanto los necios. Ojalá esta tarde, pienso, hayan descubierto que en el acto creativo está contenida la Libertad, esa que merecen.
(Gracias Miguel por hacer posible estos encuentros. Y gracias a todos los Correcaminos).
Que bonita manera de describirlo , y que cruda realidad.
ResponderEliminarY si ,el hombre de mi vida está ahí .
Gracias por estar y acompañarles ,en el camino.
Hermoso pensamiento, por sincero
ResponderEliminarQué preciosa forma de mirar el mundo! Gracias Miguel. Gracias Sandra.
ResponderEliminarQué palabras tan excepcionales, certeras, vivas y apuntando al centro de la diana.
ResponderEliminarDura realidad que llega a convertirse en energía y arte.
GRACIAS
A esos valientes correcaminos.
A cuántas personas les acompañan iluminando senderos.
Gratitud inmensa
por hacernos partícipes
Gracias por la descripción poética que hay detrás de esos muros.
ResponderEliminarQue palabras más bonitas y que verdades les damos las gracias la familia de David Fernández un abrazo muy grande eyos son valientes y guerreros💪
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